Portugal ha sido el país europeo pionero en este sentido y, de ahora en adelante, quienes quieran donar gametos en ese país lo tendrán que hacer sabiendo que los niños que nazcan de su material genético podrán acceder a sus nombres y apellidos en un futuro. Puede que sea un caso aislado pero miles de expertos psicólogos aseguran que este cambio en la legislación portuguesa será muy beneficiosa para todos los niños que hayan nacido de una situación similar, por lo que no sería nada extraño que otros países empezaran a copiar esta idea.
El derecho a conocer los propios orígenes por parte de los hijos de la reproducción asistida se abre paso y cada vez más países han tenido que plantearse la desaparición de ese anonimato, para permitir que si alguien reclama saber de dónde viene genéticamente pueda averiguarlo. En esa línea, el Tribunal Constitucional de Portugal decidió el pasado 24 de abril que el anonimato de los donantes de semen y óvulos para la reproducción asistida supone “una violación de los derechos a la identidad personal y al desarrollo de las personalidad”.
Un arma con doble filo
El problema de esta sentencia es que traerá consigo mucha cola. Por un lado miles de donantes anónimos, tanto hombres como mujeres, podrían solicitar la destrucción de su material genético criopreservado, lo que supondría el encarecimiento de los servicios de reproducción asistida. Y por otro lado, muchos posibles donantes empezarían a pensarse dos veces la idea de donar antes de llevarla a cabo.
Marina Blaya, obstetra de uno de los centros de reproducción asistida más grandes a nivel nacional, asegura que de darse esta situación en España se perdería a muchísimos donantes y toda la sociedad saldría perjudicada.
En la conocida clínica IVI, sin embargo, son de la opinión de que esta situación nunca llegará hasta nuestro país pues las leyes españolas son muy claras al respecto y no parece que tengan ninguna intención de ser modificadas. Ahora bien, los expertos aseguran que el derecho a conocer el origen se impondrá, a la larga, ante el derecho al anonimato de los donantes.
De hecho, España es una potencia europea en reproducción asistida y al menos la mitad de los casos que se atienden proceden de otros países, sobre todo Italia, donde hasta hace poco no estaba permitido; de Francia, donde la normativa tampoco lo facilita mucho; e incluso de Inglaterra, donde las donaciones no son anónimas y por ese motivo hay muchas menos que aquí. El anonimato juega a favor de tener más donaciones y por lo tanto más posibilidades de reproducción. Con la entrada de Portugal en el club de los óvulos identificables, España queda casi como una excepción.
El debate está servido y si hace un año todos hablaban de la posibilidad de regularizar el “vientre de alquiler” en nuestro país, ahora el debate se hará sobre los argumentos a favor y en contra del anonimato de los donantes de gametos.
Por ahora, en España la única lista registrada que habrá será para controlar el número de donaciones e hijos nacidos de cada padre o madre donante, pero no para que se puedan revelar sus datos identificativos. Las gestaciones por donación tienen una tasa de éxito del 57 %, la creciente demanda de donantes ha generado una mayor urgencia por la puesta en marcha de un registro nacional de donantes de óvulos y semen. El Ministerio de Sanidad, a través de la creación de una plataforma online denominada SIRHA -Sistema de Información de Reproducción Humana Asistida-, identificará a los donantes y el destino de sus muestras.
Para finales de 2019 deberá estar activo en todos los centros el registro para llevar un control del número de donaciones e hijos nacidos de cada uno de ellos.
En Estados Unidos es habitual
Al otro lado del charco, sin embargo, es bastante habitual que niños nacidos de la reproducción asistida busquen a sus padres biológicos con la ayuda de las clínicas o centros que les ayudaron a nacer. Uno de los últimos casos conocidos es el de Amy y Gaba, una joven de 20 años de edad que decidió buscar a su madre biológica para conocerla y a día de hoy son buenas amigas.
¿Y tú, de qué lado estás?