El acceso a la universidad para los mayores de 25 años se normaliza en España

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La palabra Universidad, como muchos y muchas ya supondréis, se deriva de “universo”, queriendo indicar con ello que sus puertas están abiertas para cualquier tipo de persona cuyo principal cometido sea el de ampliar sus conocimientos y aptitudes. Esto, como bien sabéis, no ha sido así durante mucho tiempo, al menos en un país como el nuestro. Y no estamos hablando de tasas, que es lo habitual en los tiempos que corren y en la última década en general. Hablamos de las pocas facilidades que se le ha dado a las personas que ya no se encuentran en “edad de estudiar” (como si solo hubiera una época en la vida para ello) para acceder a la Universidad.

Tradicionalmente, en un país como el nuestro ha estado incluso mal visto que una persona mayor de 25 años se encontrara cursando algún estudio universitario. El pensamiento al respecto de mucha gente no era otro que el de considerar a esa persona poco productiva para nuestra sociedad, incluso como un vago o vaga. Y lo cierto es que no es en absoluto justo que se brinde un trato como este a una persona que está intentando labrarse un futuro a través del acceso a la Universidad. Había que acabar con ese estereotipo y la verdad es que, gracias al paso de los años, lo hemos ido consiguiendo.

Una noticia publicada en el portal web del diario Heraldo hablaba sobre esos universitarios “más talluditos”, indicando que, en una ciudad como Zaragoza, eran cientos las personas de más de 25, 40 o 45 años las que se presentaban a las pruebas de acceso a la Universidad. Hay incluso, casos de gente jubilada cuyo propósito en la vida sigue siendo el de aprender y desarrollarse todavía más como persona. Todos estos casos merecen un reconocimiento por parte de la sociedad y este artículo pretende ser uno de ellos.

Otra noticia, en este caso publicada por Infobae en el mes de marzo del año pasado, indicaba que en nuestro país había dos millones de adultos a los que les gustaría estudiar. De ellos y ellas, solo un tercio (entre 600.000 y 700.000 personas) se animaba definitivamente a hacerlo. Se trata de una cifra que llama poderosamente la atención y que pone de manifiesto que el saber no es que no ocupe lugar, sino que además no debe comprenderse en una determinada etapa de la vida ni mucho menos.

La cantidad de adultos que cada año se presenta a las pruebas de acceso a la Universidad sigue creciendo con el paso de los cursos, lo que deja claro que la edad es un dato que importa cada vez menos a la hora de continuar aprendiendo. Desde el Centro Universitario San Bernardo nos han comentado que son muchas las personas que se encuentran en esa tesitura y que, además, afrontan esas pruebas de acceso con una decisión y valentía que son dignas de mención y que, además, constituyen una de las razones por las cuales se edifica su éxito.

Una cuestión que todavía presenta margen de crecimiento

Hay muchos datos que invitan a pensar que va a seguir creciendo el número de personas mayores de 25 años que van a seguir deseando acceder a la Universidad en un país como el nuestro. En primera instancia, hay que apuntar que cada vez son menos los jóvenes que quedan en España y que la población adulta y anciana gana por goleada en términos numéricos. En segunda instancia, los altos índices de paro que registra el país hacen que mucha gente se plantee iniciar unos estudios para aprovechar el tiempo y continuar desarrollándose como persona a pesar de no disponer de un empleo.

Son cuestiones que van a tener una influencia bastante grande en el acceso a la Universidad de personas mayores de 25 años y que, de hecho, ya están generando esa influencia en los tiempos que corren. Alguien que ya esté acostumbrado a pasear por la Universidad y esté involucrado en el ambiente de dicha institución ya estará acostumbrado a ver personas de todo tipo de edades en las aulas. Eso, amigos y amigas, es salud tanto para la sociedad como para el sistema educativo español.

No nos cabe la menor duda de que la formación de profesionales es una labor imprescindible para todo tipo de sociedades. El asunto relativo a la edad es lo de menos. Nadie debería sufrir ningún tipo de discriminación por ello. Por suerte, en España existe cada vez menos esa discriminación, lo que nos ha permitido disponer de otro perfil de estudiante en los campus universitarios repartidos por todo el país. Y eso tiene un valor indescriptible y que merece ser tenido en cuenta por parte de todo el mundo.  

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